Me gustaría contar la trágica historia que me ha llevado a ser la mujer más miserable y sucia de la Tierra.
Mi pesadilla comenzó hace dos años, una bonita mañana de primavera.
Al salir de mi casa vi un sobre y una rosa roja sobre la alfombra de bienvenida. Los recogí un poco desconcertada y volví a entrar en casa.
La carta resultó contener una tarjetita, en la cual rezaba:
Eres adoptada.
Nada más, todo en blanco.
Creyendo ser víctima de una broma pesada, tiré el sobre con la tarjetita y la rosa a la basura.
Al día siguiente volví a encontrarme con el sobre y la rosa en el mismo lugar, aquello ya me estaba mosqueando.
Esta vez la tarjeta iba firmada por una tal Cassandra, y decía así:
Tus padres no son Yolanda y Javier. Llámame.
Adjuntaba un número de teléfono.
Yo no sabía de qué iba todo aquello pero aquellos eran los nombres de mis padres. Después de pensar durante largo rato, decidí llamar. Al tercer tono me respondió. Su voz me recordó a la de las brujas malas de los dibujos animados.
-¿Quién es? -Dijo.
-Soy Marta...
No me dejó continuar, habló ella:
-Ven mañana a la feria y pregunta por mí. A las ocho.
-Pero...
La comunicación se cortó. ¿De qué iba todo aquello?
Como una tonta acudí a la feria. Me iban a tomar por una loca si iba por ahí preguntando por Cassandra, pero no tenía otra opción.
Me acerqué a un puesto de golosinas y pregunté por ella.
-Sí. Por allí, casi al final.
Me indicó gesticulando con las manos, muy seguro de sí mismo. Todo aquello era muy raro.
Me dirigí hacia donde me había dicho pero no encontré a nadie que se correspondiera a la imagen que me había hecho de Cassandra. Dubitativa le pregunté a una señora que pasaba por allí.
-Sí, claro. La pitonisa Cassandra. Es justo esa carpa.
¿Pitonisa? Aquello era una locura.
Entré a la carpa y allí estaba ella, ridícula, haciendo el paripé de bruja: turbante, bola de cristal delante y el rostro muy arrugado, sólo le faltaba el gato negro, lo cual ya no me hubiese sorprendido.
-Te esperaba -Dijo.
-¿De qué va todo esto? -Pregunté irritada.
-Siéntate -me señaló la silla invitándome- , es una larga historia.
Me contó que conocía a mis padres biológicos y no sé cuantas patrañas más. Estaba empezando a marearme, aquello no tenía ninguna gracia. Me levanté y me dirigí a la salida.
-Si no me crees, hazte una prueba de ADN.
Me quedé parada un momento, no sé si pensaba contestarle algo, pero, sin volver la vista atrás, salí de la carpa ofuscada.
No obstante, sus palabras me habían hecho dudar, así que decidí hacerme la prueba de ADN.
Cuando recogí los resultados no esperé a llegar a casa para verlos, abrí el sobre en el despacho del doctor. Como temía, no era hija de mis padres.
Salí llorando y me subí al coche rápidamente. Conduje a una velocidad considerable, aturdida, muerta de pánico y con los ojos cegados por las lágrimas. No pude frenar cuando vi a una mujer cruzando. Ella miró asustada el coche y yo pude frenar cuando ella ya había salido despedida unos metros por delante del capó.
La maté, no pudo sobrevivir al accidente. En realidad, yo no tuve culpa, ella no debía cruzar, pero me sentía muy culpable.
Tuve la oportunidad de conocer a su marido, es más, fui su apoyo, porque él no tenía a nadie más, por eso no me aparté de su lado, ¿qué menos podía hacer?
Pasaron los meses. Yo me había alejado de mis padres y me había refugiado en Marcos, el marido cuya mujer había atropellado. Me atraía, me atraía mucho, aunque me doblara la edad, su atractivo no dejaba de producirme un cosquilleo en el estómago, pero no podía evitar sentirme culpable, así que reprimía mis sentimientos.
Hace dos semanas caí en sus brazos, era inevitable. Fue una noche maravillosa, hacía tiempo que no me sentía tan bien.
Desperté abrazada a él, refugiada en él. Marcos ya estaba despierto.
-Buenos días -Dije sonriendo.
Me besó y comenzó a acariciarme la espalda. Al tocar mi marca de nacimiento me apartó de él bruscamente.
-¿Qué pasa? -Inquirí confusa.
Miró mi marca y pude observar que él estaba más confundido que yo y blanco como el papel.
-Mi... Mi hija tenía una marca igual.
-¿Tu hija?
-Sí. La di en adopción -Él empezaba a tranquilizarse, yo me estaba asustando.
Con miedo pregunté:
-¿Por qué la diste?
-Una pitonisa muy amiga de mi mujer nos dijo que... -se calló, temiendo decirlo.
Yo perdí los nervios.
-¿Qué? ¿Qué os dijo?
Tartamudeando añadió:
-Que... que mataría a su madre y cometería incesto conmigo.
-¿Cassandra? -Mi voz se quebró y sentí que el mundo se venía abajo. Me sentía sucia. Qué asco me daba.
Marcos corrió y se encerró en el baño. Después de un largo rato, en el que no recuerdo lo que hice, entré en el baño y lo encontré en la bañera, con los brazos extendidos. El agua y el suelo rojos.
Esta es mi historia y siento que he ensuciado el papel al escribirla. No puedo más con mi vida.
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Después de escribir su cruda historia, Marta se sacó los ojos. Ahora está ingresada en un hospital psiquiátrico.
lunes, 8 de diciembre de 2008
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6 comentarios:
Madre mia! La verdad que me ha puesto los pelos de punta. Como siempre me sorprendes. Algún día deberías juntar todos los relatos en un libro y a la fama xDD.
Nos vemos^^
Muchas gracias, Maribel. Y yo todavía sigo con las ganas de ver algo tuyo colgado por aquí. Sólo he leído el relato que escribiste para castellano :(
Es genial Sonia. Nuevamente te invito a ponerlo en el blog de Griego. La verdad es que te ha quedado el referente estupendo. Con ese final - se sacó los ojos. Chacachás!!!
Enhorabuena. Espero que no dejes nunca ni de escribir ni por supuesto de leer (filóloga nata. Ah!!!! Ve pensando en el mejor de tus relatos para el Certamen Compitalia. Seguro que ganas
Muchas gracias, Javi. La verdad es que esto es lo que me gusta, recuerdo que escribía desde muy pequeña, para mí es como escuchar música. Pensaré en algo para el certamen, pero lo de ganar está difícil, hay muy buenos escritores y yo todavía tengo mucho que aprender.
Bien por Sonia de nuevo.Ve pensando lo que te ha dicho Maribel.A todos nos queda mucho por aprender,pero teniendo clara la meta ,es cuestión de tiempo;y si no, tiempo al tiempo.
Gracias, Naxos. Ese es mi sueño, publicar algo mío. Ójala se cumpla algún día.
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