ORFISMO
El credo órfico propone una innovadora interpretación del ser humano, compuesto de un cuerpo y un alma, un alma indestructible que sobrevive y recibe premios o castigos más allá de la muerte. Para los órficos es el alma lo esencial, lo que el iniciado debe cuidar siempre y esforzarse en mantener pura para su salvación. El cuerpo es una prisión o incluso una tumba para el alma, que en la muerte se desprende de esa envoltura terrenal y va al más allá a recibir sus premios o sus castigos, que pueden incluir algunas reencarnaciones en otros cuerpos (y no sólo humanos), hasta lograr su purificación definitiva y reintegrarse en el ámbito divino.
El proceso de purificación puede ser largo y realizarse en varias transmigraciones del alma. De ahí el precepto de no derramar sangre humana ni animal, ya que también en formas animales puede latir un alma humana. Al iniciarse en los misterios, el hombre adquiere una guía de salvación, y por eso en el Más Allá los iniciados cuentan con una contraseña que los identifica, y saben que deben presentarse ante los dioses de ultratumba con un saludo amistoso, como indican las laminillas órficas que se entierran con ellos. Las laminillas áureas apuntan instrucciones para realizar bien la katábasis y entrar en el Hades (no beber en la fuente del Olvido, sí en la de la Memoria, proclamar 'también yo soy un ser inmortal', etc.).
El orfismo proviene de los órficos que fueron un grupo que unió creencias procedentes del culto al dios Apolo, con otras relacionadas con la reencarnación.
Creían que el alma se mantiene únicamente si se conserva su estado puro. Por ello usaron a Dionisio como un elemento purificador y figura central de sus creencias.
La denominación de órficos en el mundo griego tenía un puesto importante, pero más en forma sectaria, pero no debe confundirse con la percepción griega sobre la formación de la vida y del universo.
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