lunes, 17 de noviembre de 2008

Camino a la libertad


Manuel apagó el televisor y se quedó mirando la pantalla negra, donde podía ver el reflejo de su triste y pensativo rostro.
Acababa de ver un documental de mitos griegos, donde habían hecho especial hincapié en el mito de Ícaro y Dédalo. Se sintió muy identificado con Ícaro, su vida era como un laberinto, donde cada día se veía atrapado en las mismas escenas y temía encontrarse con el minotauro, su padre.



Llevaba quince años soportando los gritos y golpes de su padre, aunque lo peor era ver como pegaba y humillaba constantemente a su madre.
Manuel se sentía perdido, sin salida, y solo ansiaba una cosa, aquello que había conseguido Ícaro: la libertad, poder volar y escapar de todo aquello.
Envidió a Ícaro, aunque sus alas se derritieran por el calor del sol y cayera, porque fue libre, por unos instantes pudo saborear la libertad.

Estuvo durante todo el día cabizbajo, apático, esperando el momento en que su padre llegara del trabajo y volvieran a comenzar los gritos.
Milagros, su madre, una mujer consumida por los años y la miseria que soportaba día a día, se dio cuenta de que Manuel estaba raro, no había hablado casi a lo largo del día y apenas había probado la comida. Pero Milagros dejó correr la ocasión de hablar a solas con su hijo, el muro que había construido para aislarse ya ni siquiera dejaba entrar a las personas a las que quería, poco a poco iba encerrándose en sí misma como un erizo lo hace para protegerse de los ataques.
Ya eran las ocho de la noche y su padre estaba al caer.
Manuel estaba sentado en el sofá viendo la tele, pero sin prestar atención. Se escuchó el tintineo de las llaves detrás de la puerta, ya estaba allí.
Manuel no se movió al oír el fuerte portazo que dio su padre, ya estaba acostumbrado.
Cuando entró en el salón ni siquiera lo miró a la cara.

-Dame el mando de la tele. –dijo autoritariamente.

Manuel sintió odio, no iba a dejar que su padre siguiera haciendo aquello más, no lo iba a permitir. Se levantó mirándolo a los ojos con valor.

-Estoy viendo yo la tele. –Enfatizó el “yo” y no le tembló la voz.

Como respuesta recibió una fuerte bofetada, después la ira de su padre se desató y comenzó a insultarle con odio.
Dejó a su padre gritando y salió corriendo de su casa. Subió a la terraza, donde reinaba el silencio y la tranquilidad.
Se acercó al borde y echó un vistazo a la calle, poco concurrida a aquellas horas.
Subió al bordillo y sintió la suave brisa acariciar su cara.

-yo también quiero ser libre. –susurró.

En la ceguedad de conseguir la, tan ansiada, libertad, no pudo escuchar los gritos de milagros, que corría hacia él suplicándole que no lo hiciera. Entonces ascendió, vio la cárcel de su cuerpo estampada en el asfalto y se sintió libre, volando. A diferencia de Ícaro, él no sintió el calor del sol, pero pudo casi rozar la glacial luna.

Una sacudida lo sacó de su ensimismamiento. Oía la voz lejana de su madre. Milagros gritaba y lo llamaba mientras sollozaba.

Por fin Manuel volvió a la realidad. Había sido tan bello volar, pero aquí le esperaba una hermosa vida con su madre.

-Quiero volar. –Confesó el deseo a su madre.

Milagros lo abrazó y le respondió cargada de esperanza.

-Mañana los dos volaremos.


Manuel y Milagros miraban las nubes y el sol a través de las ventanillas del avión.

Empezarían una nueva vida alejados del minotauro. Ahora los dos volaban y estaban más cerca del sol. Por fin habían encontrado el camino a

la libertad.

5 comentarios:

  1. Sonia, me ha encantado el relato, muy tierno, sensible, y aplicado a la realidad. Enhorabuena.

    Por cierto, me gustaría que lo publicaras también en el blog de griego si es posible pandoragriega.blogspot.com

    Javi

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  2. esta chulo, buen trabajo!

    eso, eso, subelo a la de griego tambien, asi "lo podrá leer mas gente"

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  3. Muchas gracias. Ahora lo pongo en la pandora griega. Saludos.

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  4. Bien Sonia,sencilla y sinceramente fantástico.Te felicito y sigue en tu línea,que es muy buena.Por cierto, me ha sorprendido la interpretación que le das al mando a distancia como símbolo de poder,pues en mi casa se oye muchas veces:¡el mando lo tenía yo!,o ¡qué bien,el mando para mí sólo!y es motivo de discusiones;antes,cuando no había mandos, el símbolo era "llevar los pantalones"¿Cómo pasa el tiempo?.Volviendo alo que realmente importa:Genial y a pensar en referentes de Edipo o de Delfos.

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  5. Gracias, Naxos. La verdad es que yo tengo muchas peleas con mi hermano por el mando, no sé qué tiene ese pequeño control remoto pero todo el mundo lo quiere jeje.

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